19 de septiembre de 2016

CONCIERTOS: LA NOCHE DEL ESCORPIÓN EN EL MALVINAS

Publicado en Revista Madhouse el 19 de septiembre de 2016



Scorpions en el Estadio Malvinas Argentinas, 15 de septiembre de 2016

“¿Quién hubiera imaginado que algún día íbamos a tocar en Sudamérica?” Esas fueron más o menos algunas de las tantas palabras que, promediando el show, el cantante Klaus Meine eligió para dirigirse a la audiencia que el jueves pasado colmaba el Estadio Malvinas Argentinas casi en su totalidad, una confirmación incontrastable de la convocatoria que, tras 51 años de carrera y más de cien millones de discos vendidos, llevó a Scorpions a convertirse no sólo en la banda de rock más popular que emergió de Alemania, sino también en la que llevó a los teutones a generar una base sólida de fans en los cinco continentes que, generación tras generación, continuó acrecentándose de la mano de su amplio stock de grandes canciones cosechadas sobre la marcha.


RECORDÁNDOTE. Y sí, uno no tiene más que poner en práctica un corto ejercicio mental y recordar a la banda allá por el 1982, cuando apenas unos pocos acólitos locales del hard rock y derivados, se deleitaban con un discazo como Blackout, que apenas sonaba en las radios locales de la mano de la canción que le daba nombre al disco, o de una balada inmensa como “No One Like You”. Pero no fue hasta dos años después, con el lanzamiento del álbum Love at First Sting, que los Scorpions terminarían conquistando el mercado estadounidense (condición que eventualmente los disparó a lo largo y ancho del planeta) y claro, donde se incluía “Still Loving You”, acaso la balada heavy por excelencia más grande de todos los tiempos, que entre tanto rock característico, dejaba en claro el leitmotiv de un sello y un sonido personal para entonces definitivo, encendedores incluidos. Muchos podrán haber considerado la frase de Meine, dueño de una de las mejores voces que se recuerden, otro de los tantos actos de demagogia a los que algunos artistas visitantes nos tienen acostumbrados, si no fuera por aquella conquista inicial del grupo en el hemisferio sur con una presentación memorable en el festival Rock In Rio de 1985 que descarta toda posibilidad de duda y que ahora, más de tres décadas más tarde, los tuvo de regreso en Buenos Aires vivitos y coleando (nunca mejor dicho) para realizar otro show imperecedero.

VOLVER CON LA FRENTE MARCHITA PERO LA VOZ INTACTA. Minutos antes del show principal, los locales Arphegy llevaron a cabo una buena labor de metal clásico, lo que se puedo comprobar por la buena acogida del público que colmaba el recinto del barrio de Agronomía. Entonces sí, la sirena anunció que llegaba la hora del plato fuerte de la noche. Los veintiséis cabezales de amplificadores Marshall que llenan el escenario resultan ser el decorado ideal que anuncia el comienzo del show con “Going Out With a Bang”, con la que Meine y cía. vienen abriendo las presentaciones de Return to Forever, su hasta ahora último disco de estudio, y el décimo octavo de su carrera. A sus 68 años y con la voz intacta, Meine (que está cada día más parecido a Jacobo Winograd, al menos hasta que se despoja de sus lentes negros) no demuestra señales de cansancio. Así se lo verá todo el tiempo, rebosante de felicidad, haciendo lo que mejor le sale hacer a lo largo de la casi hora y tres cuartos de show junto a los guitarristas Rudy Schenker (y su eterna Gibson Flying V) y Matthias Jabs, que conforman los tres únicos miembros originales de la formación clásica de la banda, acompañados por el bajista polaco Pawel Maciwoda y el muy querible Mikkey Dee en batería, frutilla indiscutible del postre ahora que se convirtió en miembro estable de la agrupación tras la súbita orfandad que le deparó el final de Motörhead tras militar decorosamente 23 años en sus filas. Y es por eso que, tras visitar emotivas páginas de algunas de las mejores canciones que Scorpions grabó en más de medio siglo de carrera (como la grandiosa y eternamente sensual “The Zoo”, del álbum Animal Magnetism de 1980, o rescatar un super rock como “Dynamite”, del mencionado Blackout, del ’82, o “Big City Nights”), no resulte para nada casual que Meine anuncie un homenaje a Lemmy (“Nuestro amigo Lem, ¿se acuerdan de él, no?”), y acompañados de una serie de imágenes en blanco y negro del Sr. Kilmister paseándose por las pantallas de video, se despachen con una muy fiel versión de “Overkill”, seguida por el solo de batería de un aguerrido Dee tan desatado como en los tiempos en que supo formar parte de la banda a la que cuyo líder ahora se le está rindiendo tributo, y recordándonos una vez más, caso que hiciera falta, por qué es uno de los mejores bateristas del género, el mismo momentos después bajara 23 millones de revoluciones a la hora del set acústico para sentarse sobre un cajón peruano durante “Winds of Change”, una suerte de bola de demolición de edificios devenida en jugador profesional de Jenga.


LOS HITS PARA EL AGUIJONAZO FINAL. Los bises finales son para “Still Loving You”, claro, y una poderosa versión de “Rock You Like A Hurricane”, cerrando una noche casi perfecta muy a la altura de sus anfitriones y que, fuera de algunos detalles relativos a la organización (no faltaron las quejas de buena parte del público cuando el concierto cambió de lugar tras su anuncio original en Tecnópolis) les dejó a todos y cada uno de los asistentes un aguijonazo certero y efectivo, y contra el que ningún antídoto surtió alguna vez efecto.

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