12 de agosto de 2016

METALLICA Y LOS PRIMEROS 25 AÑOS DEL HISTÓRICO ‘BLACK ALBUM’

Publicado en Revista Madhouse el 12 de agosto de 2016

metallica black


Es incontrovertiblemente una de las máximas más trilladas que pueden haberse dado a lo largo de varias de las trayectorias de las bandas de la historia del rock: cualquier intento de apartarse de una fórmula musical que hasta ese momento dio buenos resultados y logró satisfacer los deseos de sus fans, puede ser rechazada por éstos ante cualquier cambio posible en el sonido que los había conquistado. Y tuvo que ser Metallica y su quinto disco de estudio, aquel del mismo nombre de sus progenitores que terminó siendo más conocido bajo el título extraoficial de “The Black Album”, que logró ejemplificar como ningún otro el bendito síndrome de la separación de aguas.

En uno de los banquillos del ring, los viejos fans que se resistieron con sangre, sudor y lágrimas al adiós que el grupo le había dado al thrash metal puro que los había definido desde su primer álbum “Kill’Em All” de 1983 hasta prácticamente su antecesor “…And Justice For All”, que hasta entonces había sido el más complejo y técnico de sus trabajos. El así llamado “The Black Album”, lanzado mundialmente el 12 de agosto de 1991, a través de Elektra Records, continuaba siendo un álbum rico en hard rock y metal del bueno, pero claro, ya nada volvería a ser como antes. Atrás habían quedado las canciones aceleradas que tanto amaban los desahuciados headbangers y que ahora contaban con un nuevo estilo y propuesta, la de las canciones no menos pesadas pero más simples y lentas que priorizaban las melodías. Las mismas que conquistaron a los del otro banquillo del cuadrilátero, y que les ofrecieron hacerse de una nueva legión de fans que acabaría llevándolos al megaestrellato, incomparablemente mucho más masiva, y la primera gran manifestación de que Metallica ya no estaba más interesada en ofrecer thrash metal puro, para ganarse a cambio un lugar nunca imaginado en el mainstream mundial. Nada que haya sucedido de manera casual, por cierto. El grupo ya había comenzado a pergeñar su nuevo estilo tres años antes de la edición del álbum durante los días de gira de “…And Justice For All”, por lo que para mediados de 1990 ya habían registrados demos para “Enter Sandman”, “Sad But True”, “Wherever I May Roam” y “Nothing Else Matters”, cuatro clásicos instantáneos del futuro nuevo disco.

ES EL (BOB) ROCK EN MI FORMA DE SER. El grupo sentía que podría lograr lo que consideraba tal vez pudiera convertirse en su obra maestra, con un proceso de grabación que constituiría uno de los momentos más placenteros de su carrera. Pero las discusiones eternas con el nuevo productor Bob Rock no tardaron en aparecer. Bob venía de trabajar con Mötley Crüe y Bon Jovi de manera exitosa, pero nada de esto impidió el clima permanente de tensión que poco a poco fue creciendo en los estudios durante la grabación del álbum. “Lo primero que me dijo fue que sentía que jamás nosotros habíamos hecho un disco que pudiera estar a la altura de las normas con las que él acostumbraba a trabajar”, declararía el guitarrista Kirk Hammett años más tarde. “Fue como una especie de grito de guerra. Nunca antes nos habían retado a nada y nadie tampoco nos había dicho ‘Bueno, si quieren pueden hacerlo de esta manera, o intentar hacerlo en otro tono, o tal vez podrían probar poner un poco de batería ahí’ Y nuestra actitud era más del estilo de ‘Por qué no te vas un poco a la mierda y nos dejás de decir lo que tenemos que hacer. Danos de una vez por todas el sonido de bajo que conseguiste hacer en el disco de Mötley Crüe, y listo”.
Finalmente, y tras ocho intensos meses de sesiones de grabación en los estudios One On One de Los Angeles, y los de Little Mountain Sound en la canadiense Vancouver (mutiplicados por los esfuerzos y cambios de opinión con los que Hetfield, Hammett, Newsted y Ulrich debieron lidiar día tras día de trabajo), Metallica tenía terminado el que se convertiría no sólo en su trabajo más exitoso, sino en uno de los discos de rock más vendidos de todos los tiempos, aún cuando momentos después debieron afrontar la suma de 1 millón de dólares extras sobre el costo original de la producción generados por tres remezclas, con ambos miembros de la banda y el productor no completamente satisfechos con los resultados finales.


METAL NEGRO. Ni siquiera el título del disco se salvó de la controversia: la banda discutió mucho acerca de cómo llamar a esta nueva, poderosa y formidable criatura. Se consideraron nombres como “Five”, incluso llegó a pensarse en usar el título de alguna de las canciones, pero eventualmente se eligió un epónimo (símbolo), porque finalmente todos conicidieron en que lo mejor era “mantenerlo simple”. De tal modo, la portada del album muestra el logo del grupo en el ángulo superior izquierdo y en el inferior derecho, una serpiente enroscada derivada de la bandera Gadsden, enseña histórica de EE.UU. creada por el general Gadsden en 1775 durante la guerra de independiencia estadounidense; la misma tiene fondo amarillo, con una serpiente de cascabel enroscada. Tanto el logo del grupo como la serpiente aparecen en gris oscuro, destacándose contra el fondo absolutamente negro, lo cual le dio a “Metallica” (el nombre oficial del album) el sobrenombre con el que hoy se conoce. El lema de la bandera Gadsden, la frase “Don’t Tread On Me” (no me pisen) también es el título de un tema del album. Un booklet plegable también muestra los rostros de los integrantes del grupo contra un fondo negro… de hecho, la tapa recuerda mucho al album “Smell The Glove” de la banda ficticia Spinal Tap, algo que los miembros de Metallica admiten jocosamente en el documental “A Year And A Half In The Life Of Metallica”; ¡incluso los miembros de Spinal Tap aparecen en el filme y le preguntan a los Metallica sobre la tapa!
Cualquiera haya sido el motivo, “The Black Album” terminó logrando un éxito masivo, internacional y descomunal, obteniendo el beneplácito de la crítica mundial, alcanzando el primer lugar en ventas de los charts a ambos lados del Atlántico y conquistando una nueva base de fans (que luego también terminaron comprando los discos anteriores del catálogo de la banda), y trasladándolos de su posición original de dioses del Metal hasta el de superestrellas del rock clásico.

SIGUE GIRANDO. Hasta la fecha, y a 25 años de su lanzamiento, “The Black Album” vendió -¡y sigue vendiendo!- más de 30 millones de copias alrededor del planeta, logrando 16 certificaciones en categoría platino, convirtiéndose de ese modo en el tercer álbum que más lideró los rankings mundiales luego de “The Dark Side Of The Moon” de Pink Floyd y “Tapestry” de Carole King, con un promedio de 2.000 a 3.000 copias vendidas semana tras semana. Aquella vieja legión de fans que se rasgó las vestiduras cuando su grupo favorito dejó de alinearse junto a Anthrax o Slayer para venderse a un estilo “traidor” podrá seguir estando en desacuerdo, pero está fuera de toda discusión que “The Black Album” dejó un legado indeleble a base de buena música… y nada más importa.

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